sábado, 19 de enero de 2008

Me envenenan los besos que voy dando

Y sin embargo, no consigo olvidarte.

Viajando dentro y fuera, no hice más que encontrarte en cada rincón.

Ahora me detengo y miro alrededor. Tu sombra me acompaña, tus pupilas me vigilan y tu alma me atormenta.

Yo, sentada frente al mar, miro la espuma que me embriaga ayudada por varias cervezas.

Lanzo una botella donde sople mis secretos para que el agua se la lleve lejos y me deje descansar.

Ingenua. Las propias miserias no se van jamás.

Por Manuela Carcelén Espinosa

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