lunes, 12 de mayo de 2008

Nubes

Nubes negras sobrevuelan mi lugar. Gotas cargadas de dolor comienzan a caer. Se desata una tormenta.

El agua me moja intentando lavar mis culpas y ocultar mis lágrimas. Ese líquido purificante me recorre el cuerpo, pero no alcanza a tocarme el alma.

Me asusto. Cambio de rumbo.

Ellas, las nubes, me siguen. Se deslizan por el cielo dibujando formas que me remiten a lo mejor o a lo peor de mí.

Me escondo bajo techos de ternura e ingenuidad. Corro, me detengo, dudo, pero igualmente me lanzo. Caigo en el abismo, sabiendo que esa será mi condena.

Me arranco del vientre las esperanzas, las envío al oscuro mundo del Más Allá.

Me lamento. Me pregunto. Nadie me contesta. Tiemblo a cada paso que doy, porque sé que el miedo me acecha. Pido disculpas a la nada y recibo precisamente eso: ¡Nada!

Recurro a súplicas pensando que las esperanzas me escucharán y pedirán por mí el día en que muera.

Ellas entenderán el por qué de mi desprecio no buscado pero sí necesitado.

Contarán a almas en pena que un día las envié lejos de mí. Pero nunca dejaron de cantarme en las madrugadas conmovedoras.

No me guarden rencor; Tuve que partirme.


Por Manuela Carcelén Espinosa

2 comentarios:

Anónimo dijo...

'ultima estacion: esperanza.'

Manu dijo...

ya se arrancaron, ya se perdieron, ya le dejaron.