lunes, 2 de junio de 2008

Delirios

Entre montañas de desnudez se dibuja un aliento que sabe a ti. Miro segundos que pasaron sin dejarme saborearlos y me desplomo entre tus piernas. Levanto la cabeza y tu sonrisa, espacio oculto, me lleva a pensar que no me vas a matar.

Varias veces conocí ese lugar al que llaman infierno; creo que no es peor que este en el que vivo ahora. Pero gracias a tus caricias de morfina sé que mi paso al costado no será tan angustiante.

Conoces la noche tanto como yo. Conoces los sueños, los miedos, los vicios, las drogas, el alcohol, la locura. Se notan las huellas que dejaron en ti. Las marcas recién están apareciendo en mi rostro.

Nuestras palabras se entrelazan armando música que a los oídos de otros pueden ser notas sin congruencia ni gusto; para mí son como el Requiem de Mozart.

Te leí y descubrí que sin talento se puede desgarrar. Que la sensibilidad no necesita estar bien contada, con formas literarias, con acentos, con comas, puntos. Te leí y te miré a vos.

Yo te mostré solo lo que quería que vieras.

Pasas tu mano por mi espalda y descanso de mí. Empiezo a dormirme liada a tu cuerpo sabiendo que en la mañana solo estaré atada a tu recuerdo.

Sueño que entre pantallas de pixeles asesinos me hablarás de nuevo, me contarás historias y yo ciega creeré en tus juegos. Y cuando me lance al abismo en caída libre recordaré que sólo fue un delirio.

Por Manuela Carcelén Espinosa

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