Me puse nervioso y la descuarticé

Me era infiel. No me sorprendió enterarme de eso. Pero nunca me hubiera imaginado que hacía de prostituta de las casitas.

En las casitas trabaja una jungla afanosa de mujeres, putos y travestis que se ganan sus buenos pesos con ese oficio tan antiguo. Cualquiera que sea de Río Gallegos, sabe lo que son las casitas. Yo lo sabía, incluso había tenido un tórrido romance con una de esas, hasta que entré en razón y la dejé.

Pero nunca jamás, jamás de los jamases, me hubiera imaginado que mi mujer, ex mujer porque ya está bien muerta - merecidamente muerta - era puta de las casitas. Era puta.

El día que lo supe, la rabia me inundó de tal forma que no pude evitar la violencia. Los gritos y los golpes se me salieron. Y cuando el mazazo cayó sobre su nuca, pensé que la había matado. ¿Quién podría pensar que estaría viva? Tengo que decirlo, el golpe fue muy fuerte y la sangre salió por todos lados. Y la muy puta seguía viva, al menos eso dicen las pericias.

Pensándola muerta me entró el miedo. ¿Qué hacer con ese cuerpo sangrado y tirado en mi sala? La corté. Le corté las piernas, los brazos y la cabeza. El torso lo metí en el horno.

El resto lo puse en bolsas negras y lo saqué a la calle para que se lo llevaran los de la basura. El plan era perfecto, pero los perros olieron la carne y no me dejaron siquiera ponerlos en el cesto. Abrieron las bolsas, salieron las piernas y un pendejo se tropezó en una de ellas.

Llamaron a la policía y me descubrieron.

Hoy en la declaración les dije la verdad: Me puse nervioso y la descuarticé.

Me miraron como a un enfermo mental. Sé que estoy jodido, pero ya tengo todo planeado. Hoy a la noche me voy a colgar.


Por Laura Brizuela.