Es verdad. Me paso los días contando historias que son falsas. Pero si no lo hiciera cómo podría mantener el vínculo con la gente; sería como un imberbe que va por el mundo sin nada para decir. Es que decir es fundamental para poder conectarse con otros, pienso siempre. Otras veces dudo y me replico a mí mismo, que si fuera así quienes no tienen el don del habla (la mayoría) ya se habrían extinguido mucho tiempo atrás.
De todas formas busco esos espacios donde el molesto silencio pone tensos a mis interlocutores y yo con mi virtud envolvente de no parar, le quito el lugar al mutismo, para jugar con las palabras, darlas forma y sentido, crear en los demás imágenes inolvidables y en mí satisfacción.
Miento por cada diente y muela y huesos y todo. Si tuviera que decir la verdad quienes me escuchan se aburrirían tanto, que les vendría mejor sentarse con una monja en mitad de una iglesia. Es que cuando se relatan historias se debe poner color, sabor, gusto y tacto.
Ahora me llegaron comentarios de que andan todos en el pueblo descontentos por mis cuentos. Las quejas y las exigencias por la verdad andan dando vueltas por las calles angostas. Yo prefiero desviar mi vista para otro lado, si hago caso a alguna de esas locuras de no mentir mi camino a la desgracia estaría asegurado.
Además gracias a este afán de embellecer los días y la vida me estoy ganando el corazón de María, la de ojos tristes. Empiezo a recorrer los mares con la palabra y ella se queda ahí, mirándome, escuchándome, sonriéndome.
Ayer cuando estaba en la banca del parque hablando de todo, llegó un despiadado y dijo a viva voz que yo era un embustero. Rápido, intenté callarlo. Ella miraba sin pronunciar ni una palabra. Aquel hombre, si es que se lo puede llamar así, comenzó a pedir que repita determinadas historias una y otra vez, me preguntaba detalles que yo supe describirlos minuciosamente, pero él repreguntaba para yo me resbalara entre mis errores.
Después de horas de caer en ese juego, con el único afán de que María, la de ojos tristes, no creyera aquellas patrañas, me rendí, bajé la mirada, me fui. Unos metros más allá sentí su mano en mi hombro, su respiración en mi nuca.
Ella sabe que miento.
Por Manuela Carcelén Espinosa
De todas formas busco esos espacios donde el molesto silencio pone tensos a mis interlocutores y yo con mi virtud envolvente de no parar, le quito el lugar al mutismo, para jugar con las palabras, darlas forma y sentido, crear en los demás imágenes inolvidables y en mí satisfacción.
Miento por cada diente y muela y huesos y todo. Si tuviera que decir la verdad quienes me escuchan se aburrirían tanto, que les vendría mejor sentarse con una monja en mitad de una iglesia. Es que cuando se relatan historias se debe poner color, sabor, gusto y tacto.
Ahora me llegaron comentarios de que andan todos en el pueblo descontentos por mis cuentos. Las quejas y las exigencias por la verdad andan dando vueltas por las calles angostas. Yo prefiero desviar mi vista para otro lado, si hago caso a alguna de esas locuras de no mentir mi camino a la desgracia estaría asegurado.
Además gracias a este afán de embellecer los días y la vida me estoy ganando el corazón de María, la de ojos tristes. Empiezo a recorrer los mares con la palabra y ella se queda ahí, mirándome, escuchándome, sonriéndome.
Ayer cuando estaba en la banca del parque hablando de todo, llegó un despiadado y dijo a viva voz que yo era un embustero. Rápido, intenté callarlo. Ella miraba sin pronunciar ni una palabra. Aquel hombre, si es que se lo puede llamar así, comenzó a pedir que repita determinadas historias una y otra vez, me preguntaba detalles que yo supe describirlos minuciosamente, pero él repreguntaba para yo me resbalara entre mis errores.
Después de horas de caer en ese juego, con el único afán de que María, la de ojos tristes, no creyera aquellas patrañas, me rendí, bajé la mirada, me fui. Unos metros más allá sentí su mano en mi hombro, su respiración en mi nuca.
Ella sabe que miento.
Por Manuela Carcelén Espinosa
2 comentarios:
mentir.
(Del lat. mentīri).
1. intr. Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa.
2. intr. Inducir a error. Mentir a alguien los indicios, las esperanzas.
3. tr. Fingir, aparentar. El vendaval mentía el graznido del cuervo. U. t. c. prnl. Los que se mienten vengadores de los lugares sagrados.
4. tr. desus. Falsificar algo.
5. tr. desus. Faltar a lo prometido, quebrantar un pacto.
'mentiras sinceras me interessam'
Publicar un comentario