Aclaración: este texto es una especie de manifiesto que carece quizás de legitimidad, de pruebas, de verosimilitud. Sin embargo, es eso que la angustioa generó mi instinto.
Y la vida es eso. Algo que no se puede explicar, un aire que empieza como un murmullo y va tomando fuerza. Te llega de pronto, sin aviso ni petición alguna. Cuando está ante tu puerta corres entre los rincones para no mirarla a los ojos, para no hacerle frente y decir aquí estoy. Y cuando ella, suspicaz y elocuente, se esconde entre la bruma nosotros (todos) perdemos el control, la buscamos, rogamos por ella y le decimos que estamos cayendo desolados ante su ausencia.
Lamentable es que no nos damos cuenta que ella, la vida, está ahí dando vueltas; que se cuela entre las gotas y los poros, entre las almas y los sueños, entre los brazos y los pies. Ni si quiera nos percatamos de lo poco que deja su destello fugaz, insospechado. Pensamos, insulsos, que cada día nos paramos a pelear con un mar de lamentos que vienen a buscarnos, a hundirnos y desolarnos.
Ese puñado de efervescencia lo único que hace es jugar con cada uno de sus muñecos, es decir, nosotros. Loca la vida va mostrándonos de donde tomar y de donde no, pero nos gusta siempre disfrutar de eso que algunos llaman lo prohibido. Ella lo llama lo sutil, lo vital.
Los espíritus, pueden ser del Ecuador o no, van calándose por la venas y susurrándote historias clarioscuras. Al oído te dicen que eres dueño de nada y que eso te va a hacer eterno. Pero esos líquidos espesos intentan engañarte para que tú seas el único en conducir ese destino, el que siempre te va a llevar a la muerte. Pero la vida sigue en pie. Y tú y yo y todos somos ciegos.
Y la vida es eso. Algo que no se puede explicar, un aire que empieza como un murmullo y va tomando fuerza. Te llega de pronto, sin aviso ni petición alguna. Cuando está ante tu puerta corres entre los rincones para no mirarla a los ojos, para no hacerle frente y decir aquí estoy. Y cuando ella, suspicaz y elocuente, se esconde entre la bruma nosotros (todos) perdemos el control, la buscamos, rogamos por ella y le decimos que estamos cayendo desolados ante su ausencia.
Lamentable es que no nos damos cuenta que ella, la vida, está ahí dando vueltas; que se cuela entre las gotas y los poros, entre las almas y los sueños, entre los brazos y los pies. Ni si quiera nos percatamos de lo poco que deja su destello fugaz, insospechado. Pensamos, insulsos, que cada día nos paramos a pelear con un mar de lamentos que vienen a buscarnos, a hundirnos y desolarnos.
Ese puñado de efervescencia lo único que hace es jugar con cada uno de sus muñecos, es decir, nosotros. Loca la vida va mostrándonos de donde tomar y de donde no, pero nos gusta siempre disfrutar de eso que algunos llaman lo prohibido. Ella lo llama lo sutil, lo vital.
Los espíritus, pueden ser del Ecuador o no, van calándose por la venas y susurrándote historias clarioscuras. Al oído te dicen que eres dueño de nada y que eso te va a hacer eterno. Pero esos líquidos espesos intentan engañarte para que tú seas el único en conducir ese destino, el que siempre te va a llevar a la muerte. Pero la vida sigue en pie. Y tú y yo y todos somos ciegos.
Por Manuela Carcelén Espinosa
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