El miércoles es mi cumpleaños y no pienso trabajar. Pasé todas las prendas que tengo que entregar para el jueves y adelanté otro tanto. Me parece que es justo. Ni recuerdo cuando fue la última vez que me tomé un día libre.
El miércoles cumplo 56 años. No me lo creo. Me parece mucho, siglos. Siglos eternos que pasé cosiendo y enmendando ropa ajena. Milenios hablando con las agujas.
Pero gracias a Nossa Senhora da Aparecida, en cinco días tendré un descanso. Mis dedos y mi espalda me lo agradecerán. La espera me pone feliz.
En medio de mis cavilaciones, te vi entrar al negocio. Lo primero que te digo es que el miércoles no voy a trabajar porque es mi cumpleaños. Vos, extranjera, sonreís y me preguntás si voy a perder mucha plata.
“Claro”, te digo. “Como cinco reales, pero me lo merezco”.
El miércoles cumplo 56 años. No me lo creo. Me parece mucho, siglos. Siglos eternos que pasé cosiendo y enmendando ropa ajena. Milenios hablando con las agujas.
Pero gracias a Nossa Senhora da Aparecida, en cinco días tendré un descanso. Mis dedos y mi espalda me lo agradecerán. La espera me pone feliz.
En medio de mis cavilaciones, te vi entrar al negocio. Lo primero que te digo es que el miércoles no voy a trabajar porque es mi cumpleaños. Vos, extranjera, sonreís y me preguntás si voy a perder mucha plata.
“Claro”, te digo. “Como cinco reales, pero me lo merezco”.
Por Laura Brizuela
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