lunes, 29 de octubre de 2007

The Eternal Sunshine of the Spotless Mind



Hoy día, una vez más, vi esa película que marcó mi vida. Parece un acto de masoquismo, pero me es inevitable conservar mi pasado; afortunadamente puedo hacerlo.

El eterno resplandor de una mente sin recuerdos es una pieza del séptimo arte con un valor especial y sorprendente. El guionista: Charlie Kaufman, el director: Michel Gondry y los protagonistas: Jim Carrey (Joel Barish) y Kate Winstley (Clementine Kruczynski).

Mi afán no es contar nuevamente la película ni calificarla por su importancia cinematográfica, sino describir los sentimientos que cada escena producía en mí.

Los colores del pelo de Clementine (tangerine) me llevaban a mi adolescencia. Cada crisis, cada cambio de personalidad, cada perturbación la reflejaba en mi cabellera. Como extraño poder concentrar todo en un lugar que no duele.
Cuando Joel descubre que su tangerine lo borró para siempre de la memoria a través de un tratamiento médico, no soporta es sensación y quiere también dejar de su sufrir; eliminarla de su cabeza para que ni si quiera quede como un vago recuerdo sobre el que ya no se siente nada era la solución.
En mitad del proceso, él empieza a darse cuenta de que realmente esa no fue la mejor decisión y que no quiere olvidar. Joel ama a Clementine.
Ella, a su vez, comienza a sentir que la están borrando pero no sabe de donde. Un sentimiento de desesperación e impotencia la envuelve; comienza a recorrer lugares pero no sabe por qué lo hace. Su existencia se está perdiendo y no puede evitarlo.
En una lucha larga e intensa en donde se debaten el amor, el tiempo y la existencia precisamente, Joel logra únicamente recordar una palabra clave que podría unirle nuevamente a Clementine.
¿Cómo son los reencuentros?, ¿Cuán doloroso o cuán satisfactorio es volver a verle a ese alguien?
Con cada escena, que tenía una estética surrealista, yo sentía que también estaba siendo borrada; a diferencia de Clementine sí sabía de donde.
El dolor no me envolvía sino que emergía de mis adentros y me iba quemando toda hasta llegar a la piel. Mis lagrimas corrían para intentar apagar ese fuego.

Pero ese sentimiento no estaba atado solamente a la idea de ser eliminado de alguien, sino a la sensación desesperante de no querer arrancar de tus recuerdos a nadie, menos a él.
Kaufman en medio de la obra cita a Nietzsche: "Benditos sean los olvidadizos, pues superan incluso sus propios errores".
Frase maravillosa y conmovedora con la que, por momentos, me siento identificada. Tengo la suerte de olvidar todos los hechos que no son agradables para mi memoria, pero lamentablemente las sensaciones no las puedo sacar jamás de mí.
"¡Qué felices son las vestales que viven sin culpa! Ellas se olvidan del mundo y son olvidadas por éste. El eterno resplandor de una mente sin recuerdos que sólo aceptan sus oraciones y rechazan sus deseos», escribió Alexander Pope, dando a los cineastas de hoy el enunciado perfecto para una película que no se debe olvidar.
A mi solo me queda por decir, escóndeme en tu infancia tal vez ahí no nos encuentren.


Por Manuela Carcelén Espinosa

2 comentarios:

Marcus Losanoff dijo...

mi memoria selectiva, q a veces no hace los mejores cortes, por lo menos nunca me ha dejado olvidarme de esta peli eterna,,,

besos,

(y no llores más, querida,,, =)


marcus

Paganos dijo...

Clementine: This is it, Joel. It's going to be gone soon.
Joel: I know.
Clementine: What do we do?
Joel: Enjoy it.