sábado, 27 de octubre de 2007

Caminata en la playa


A ella le gustaba el mar. Andar descalza por la arena. Sentir el ocaso aterrizando lentamente. Le gusta ver las gaviotas revoloteando. El horizonte a lo lejos. La cuidad, cerca. El olor del mar la transporta. La calma. La hace pensar en Pedro. Se siente feliz y desdichada.

Es mejor dejar de pensar. Nada de pensar, aunque sea difícil. Casi imposible. El momento de la despedida vuelve:
- Ya tengo que abordar – dijo Pedro
- Me dejás – dijo ella, mientras lloraba.
- Tal vez vuelva
- ¿Cuándo?
- Cuando sea – y pareció irritado.
- No te voy a esperar
- No te lo pedí
- ¿No te gustaría?
- No importa. Me voy
- Está bien.
- Siento cariño por vos – le confesó
- No me sirve – le dijo ella
Y Pedro subió al avión.

En esa playa habían caminado juntos. De la mano. ¿Por qué el era así? Tan frío, tan huraño. Ella lo ama. Y sabe que el también. Está casi segura. Pero nunca se lo dijeron. No era necesario.

Es hora de volver. Basta de pensar. La lluvia empezó a caer suavemente. Si, hay que regresar a casa. No quiere engriparse. No sería bueno, podría ser peligroso. Después de todo, tenía que cuidarse. Esperaba un hijo.


Por Laura Brizuela

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