jueves, 8 de noviembre de 2007

¡Pu_a madre... me puse colorada!

Hace unos días cumplí años y como se acostumbra, mis compañeros de trabajo, me cantaron el feliz cumpleaños. En ese momento, cuando todos aplaudían y cantaban entre risas y festejo, sentí que me ponía roja, rojisíma, cual tomate maduro. La idea de saberme colorada, me ponía más roja aún. Y es que el hecho de ser centro de atención (por algo bueno o malo) me da mucha vergüenza. Es algo que aún hoy, a mis 27 años no puedo dominar. Siento exactamente cuando el color toma poseción de mis mejillas y avanza como quiere para el resto de mi rostro. La pregunta del millón “¿Te pusiste colorada?” siempre está presente y no hace más que agravar el propio estado.
Afortunadamente no soy la única que tiene vergüenza por esas pequeñeces, y haciendo un relevamiento entre amigos y conocidos, descubrí cosas muy interesantes.

A saber: Aunque se hagan los cancheros, la mayoría de los hombres tienen vergüenza cuando una mujer que les gusta, los avanza. Hablar en público, y ser agarrado in fragantti en una mentira ocupan el segundo lugar. Ir al baño en una casa desconocida para defecar y hablarle al contestador fueron las respuestas que más gracia me causaron.

Por supuesto los dos generos comparten la vergüenza a los papelones y al ridículo, pero me di cuenta que las mujeres somos mil veces más vergonzosas que los varones. Mientras a ellos les costó pensar en esto, ellas rapidamente enumeraron varios motivos, con los que (realmente) me siento identificada:


  • Ir a la depiladora. El momento más crucial es cuando la señora en cuestión solicita que se lleve la pierna al otro extremo de la cama, dejando en descubierto el paso del tiempo. Es tremendo cuando alguna pregunta maliciosa interrumpe la actividad “¿Estuvimos muy ocupadas que no pudimos venir?”

  • Estar totalmente desnuda por primera vez en frente de un hombre, asi tengas el mejor lomo de cualquier diosa del Olimpo.

  • Sentirte mal vestida. Por ejemplo, fuiste a una fiesta y te pusiste todos los brillos y los demás están como para ir al supermercado.

  • Que te vengan a saludar con euforia y una no se acuerde el nombre de la persona.

  • Que vayas al baño a hacer pis, en casa ajena y se escuche el ruidito desde la sala.

  • Que la madre de una empiece a presumir nuestros logros en reuniones familiares o de amigos, cuando todos saben que exagera.

  • Que te suene la panza cuando todo el mundo está en silencio.

  • Ver que otro se pone colorado/a. Es que parece ser contagioso...

  • Que te pregunten algo que deberías saber y que no sabés. “¿Cómo? ¿Vos no sos periodista?”

  • Pero el premio mayor se lo lleva: Hablar de sexo con los padres.


Después de haber hecho esa pequeña encuesta, ya no me sentí tan mal por haberme puesto colorada el día de mi cumpleaños...


Por Laura Brizuela

No hay comentarios: