lunes, 24 de diciembre de 2007

Vestirse para la ocasión

Ella dice no darle importancia al asunto, pero se ocupó de estrenar ropa, se maquilló y puso especial empeño en hacer todo con suma prolijidad. Parecía fresca, tranquila y con una paciencia robada, le dice a su novio que se apure, que no le gustaría tener que llegar tarde.

El, que todavía no se había siquiera cambiado, le explica que no tiene de que preocuparse, que todo el mundo siempre llega después de la hora acordada.

Ella camina por la sala. Prende la televisión. La apaga. “Nunca hay nada para ver, sólo pavadas”. Enciende la computadora. “No puedo creer que se demore tanto”.

A la mañana había revisado el correo, así que era muy probable que no tuviera nuevos e-mails, pero los abre por las dudas. No, no hay nada.

- ¿No viste mis zapatos nuevos? – le dice él, distendido.

- No, no se a donde ponés vos tus cosas… – le responde, evidentemente molesta.

Como no los encuentra, él se cambia de pantalón y camisa. Continua la tardanza.

Ella sigue en la sala. Se mira en el espejo. No le gusta su nariz ni su pelo, pero el cabello está recogido y hasta se lo ve lindo. Con la nariz no hay nada que hacer.

Apaga la pc. Se sienta en el sofá y toma el diario para leer algo.

- Vamos. – le dice él. Y ella lo ve tan lindo como siempre. El sonríe y le da un beso. – Vamos, nena, que mi mamá se muere por conocerte.

Por Laura Brizuela

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