sábado, 29 de diciembre de 2007

Volver

Estaba lindo Canning. Cuando entré al salón, la emoción se me metió en el pecho y humectó mis ojos. Ayer brillaba la milonga.

Recién pintaditas de color champagne, las paredes ostentaban orgullosas nuevos cuadros y observaban a los bailarines entre admiración y envidia. La alfombra también estaba de estreno, ahora era celeste y mullida. Un placer caminar por estas tierras ciudadanas.

Me senté en una mesa de mi elección. Y escogí bien, porque no tuve que esperar mucho para que me “cabecearan”. Pero primero, le pedí a la moza un gancia. Es parte de mi ritual.

Ya estando en la pista, me dejé llevar por la música. Sonaba Di Sarli, mi glorioso amigo. Recordé amores pasados, frustrados y lejanos. La euforia se apoderó de mi, para darle luego, lugar a la calma y al placer de estar allí, donde me gusta y donde bailo. Y bailé.

Bailé tanto que hoy me duele todo el cuerpo. Pretendo volver la semana que viene, claro bajo la eterna promesa de no demorar tanto en cumplirla.

Por Laura Brizuela

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