miércoles, 16 de enero de 2008

Sexo en la oficina

Él la mira. La observa. Su sonrisa, sus ojos, su cuerpo. Le gusta, sobre todo el cuerpo. Ya ha fantaseado con ella hasta el cansancio, incluso a veces mientras ella le habla de temas laborales, él la imagina abajo suyo, rogándole amor. Teme que ella lo note y se pone serio. Hasta de mal humor. Pero no se la puede sacar de la cabeza. Intenta, pero es casi imposible.
Ella lo mira. Lo observa de lejos, de cerca no porque teme ser descubierta. Le gusta su sentido del humor y como mueve las cejas. No es el tipo de hombre que ella describiría como atractivo, sin embargo se sorprende extrañandolo e intentando llamar su atención.
Cada uno piensa que es mejor olvidarse de todo eso. Son compañeros de trabajo, y no es bueno mezclar las cosas. Y más aún cuando el está casado, con dos hijos y ella con novio.
Pero un día se encontraron en el ascensor. Subían al décimo piso. El rezó para que el ascensor se trabara y ella para que el tiempo se detuviera. Los dioses escucharon el pedido y les dio la oportunidad.

Después de sorprenderse por la concesión, tomaron coraje. El le acarició los labios y ella se los ofreció. En breves minutos el calor se apoderó de los cuerpos y no hubo otra opción que entregarse rapidamente. Se tocaron, se besaron, se expandieron y se dejaron caer al piso.

Cuando el ascensor se compuso, se acomodaron las ropas y se despidieron como si nada.
De esto hace 5 días.
Hoy, él la mira, la observa. Quiere repetirlo y hacerlo con tiempo. No pasa nada, es sólo carnal.
Ella por su lado, lo evita, siente vergüenza. Quiere olvidarse porque teme estar enamorándose.


Por Laura Brizuela

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