
Cuando me desperté estaba rodeada de helados de mil sabores. “Uf, el paraíso” pensé. Me paré de un salto y empecé a buscar los sabores que más me gustan. Chocolate en todas sus versiones, que maravilla. Por lo menos había cien variedades. Chocolate con almendras, chocolate con chocolate, chocolate con dulce de leche, chocolate amargo, chocolate simple, chocolate llano, chocolate triste, chocolate pobre, chocolate grande, chocolate ajeno, chocolate.
Sabía que el probarlos a todos me iba a empalagar, pero como resistir ante tanta tentación.
Metí el dedo en el primero que se me cruzó… “Uf, que placer”. Pensé que sería una buena idea mezclarlo con limón. Fui a buscarlo y lo miré. Que tristeza; era tan blanco, tan pálido, tan solo. Yo quería algo con más sabor.
Cautelosamente me acerqué al de mora. Ay la mora, tan morada. Me dio ternura su timidez. Pero qué podía hacer.
El chocolate me miraba a lo lejos con su cara burlona, como sabiendo que yo solo quería regresar a él.
Jamás le iba a demostrar que era cierto. Maldito chocolate que disfruta de mis debilidades. Lo miré con desprecio, me reí en su cara. Él no cambio el gesto.
“Ya sé que quiero. Guanabana” dije casi gritando.
Corrí a buscarlo, esa sería mi salvación. Cuando lo miré, pensé que me quedaría ciega. Su brillo era sobrecogedor y su paz atrayente. Me sumergí en él, sin miedo y sin decoro. Parecía que el mundo se iba a acabar en tres minutos y yo tenía que aprovechar mi momento.
De pronto empecé a sentir que me ahogaba. El aire me faltaba. Mis pulmones se estaban llenando de fruta dulce. Si hubiera llegado hasta el corazón, las consecuencias hubieran sido fatales. Casi gateando llegué hasta el filo del tanque y me agarré con mucha dificultad, pero pude salir.
Caí al piso, destrozada, esperando que el alma me volviera al lugar. Unas lágrimas se escaparon para evitar ver mis miserias.
Cuando pude pararme, miré al frente. El chocolate se reía tanto que parecía que se iba a derretir. “Cuando entenderás que yo soy lo que quieres. Cuándo entenderás que esa puta paz que buscas nunca va a llegar. Ven empalágate de mí. Si mueres, por lo menos me disfrutaste”, me dijo el maldito chocolate.
Por Manuela Carcelén Espinosa
1 comentario:
malo chocolate!!!
lindo esto aqui: "se reía tanto que parecía que se iba a derretir",,, jeje
ey manu, ese chocolate no seria uno comprado de la fabrica de Willy Wonka?,,, a mi me parecio,,, jejeje
=*
[marcus]
Publicar un comentario