
Él me habla divertido, entra y sale del mar como si fuera un nene que pisa la playa por primera vez. Le festejo la alegría, pero siento tanta nostalgia de las palabras y de las teclas que se empaña el momento. Las historias me golpean la cabeza. Tienen que salir, de alguna forma. Temo olvidarlas y que me olviden. Mucho por contar, nuevos dialogos, gente nueva y pensamientos que empiezan a atormentarme. Necesitan libertad y yo desahogarme.
Convoco a la paciencia y decido leer. En Buenos Aires escribiré tranquila. “No pasa nada”, pienso para mis adentros.
De vuelta en mi hábitat y en frente de mi vesícula, no se por donde empezar. Es tanto, que me siento rebalsada, un poco impotente, otro tanto inconforme y algo estúpida. Ahora sólo deseo volver al calor, al sol, a la arena y el mar. Y sobretodo a festejar la alegría de mi amor.
Por Laura Brizuela
1 comentario:
La incorfomidad inherente al ser humano.
Muy bueno, saludos!
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