Hay días, que definitivamente, uno debería quedarse en la cama y no salir para nada. Debería existir uno, al menos, en el que estuviera permitido faltar a todo simplemente porque uno siente que hoy no es el día. Entonces cuando el jefe pregunte, podríamos contestar honestamente “No voy. Lo que pasa es que hoy sé que va a ser un dia de mierda, entonces mejor me lo ahorro y no voy”.Pero aquí es donde aparece el optimismo estúpido, que de vez en cuando debería mantenerse callado. Y uno termina por levantarse, lavarse la cara y los dientes, sonreirle al espejo, y decir con resignación: “hay que laburar” y salimos.
Hoy no empecé bien. Desde el vamos con el pie izquierdo. Dormí estresada, con sueños espantasos en donde se mezclaban personajes desopilantes e historias ridículas que serían una delicia para Freud. Además a un desubicado se le ocurrió entretenerse enviandome mensajes de texto a la madrugada, cada media hora. Rompí el vaso de agua que había dejado en mi mesa de luz, me corté un dedo del pie, me volví a acostar y cuando finalmente estaba consiguiendo dormirme – a eso de las seis de la mañana – mi madre me llamó desde el exterior para ponerme los nervios de punta con su frase del millón: “La Argentina se va a la mierda. ¡SE VA A LA MIERDA! Te tenés que venir para acá, antes de que sea tarde.”
Evidentemente perturbada, decidí que la vida sigue y que una mala noche la tiene cualquiera.
Me cambié y luego de media hora en la que me dí cuenta cuán mal me quedaba cualquier cosa que me pusiera, salí a la calle a enfrentarme con mi mala suerte. El ascensor estaba descompuesto.
“Bueno, al menos bajar es fácil”, pensé. Pero estando en la puerta y a punto de guardar las llaves, ví que no tenía cartera. La había dejado arriba. Suspiré ondo y subí los cincos pisos que me separan de la planta baja.
Llegando a la parada, se me pasaron tres colectivos, no uno, ni dos. TRES, señores, tres colectivos. Ok, a esperar. Después de media hora llega uno. Bastante vacío parece.
Siempre que estoy sacando el pasaje, metiendo moneditas, siento que la gente me mira. Me molesta, pero yo también los miro, así que los perdono y nos miramos todos con todos.
La única chica que estaba parada, sola y sosteniendose con ambas manos, me miraba expectante. Cuando pasé cerca de ella, me habló:
- ¡Nenaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué hacés?! ¿Cómo estás? ¿Todo bien?
No se quien es. Lo juro. Me confundió con alguien, pero no sirvió de nada que yo le dijera que no la conozco, porque su verborragía estaba en climax. Me contó de ella, de su madre – que ya salió de todo “eso” - y de que está deprimida porque se acerca a los 30 años y hace cuatro que está sola. No paraba de hablar. Pero un suceso externo la calló.
El colectivo frenó y empezó a subir gente de a montones, venían de otro al que se le fundió el motor. Todos se subían aún cuando era evidente que no entraba más nadie. La gente se exprimía y seguía subiendo. ¡No entienden que no entra nadie más ! Lo bueno fue que en la abalancha perdí a la chica habladora, quien aún continuaba parada en el mismo lugar, cual momia, mientras a mi me arrastraban al final del colectivo. “Esto está a punto de estallar, alquien va a matar a alguien a quemarropas”, pensé.
Me aplastaban y comencé a sentirme mal. Es imposible no sentirse mal, me dieron ganas de vomitar el café y la rabia. No me queda otra. Decidí abandonar el barco.
Finalmente, entre empujones y puteadas encontré la libertad.
Me tomé un taxi, llegué al trabajo y me recibió un imbécil con reclamos porque era tarde. Pensé que deberían practicarle una hermosa circuncisión ahí mismo.
No se que me espera para el resto del día, convengamos que recién empieza, pero cada vez que pasa otra hora, más me convenzo de que debería existir un día de faltazo por yeta.
Por Laura Brizuela
2 comentarios:
¿¿¿¿Y???? ¿Cómo término ese día mufosiento?
Dale, seguí contando...
Bueno, después la gente se agarró a trompadas en la Plaza de Mayo, y más tarde D'elia dijo que no tenía problemas en "matarlos a todos"... Asi que no fue un buen día, definitivamente.
Saludos!
Laura.
Publicar un comentario