martes, 1 de abril de 2008

La verdadera historia

Era una sonrisa revoltosa como no las hay. Andaba de un lado al otro, saltando de cara en cara. Inquieta por naturaleza, ya varios le habían dicho que eso podría ser problemático, que no se podía ir agitando las bocas de los hombres y mujeres así como así.
Pero su espíritu alegre y aventurero era incontrolable y poco podía hacer ella por evitar recorrer nuevos rostros.
Hasta que un día, en el medio de tanto salto, encontró una boca que le gustó especialmente y decidió quedarse en ella por un tiempo, quien la recibió serena y dispuesta.
Entonces, la sonrisa no tenía más que sugerirlo y la boca se abría en carcajadas, sonrisas o muecas. No era que ésta boca se riera de cualquier pavada, pero sin duda con la visita de la sonrisa se hacía menos crítica.


El dueño de la boca, un hombre joven e idealista, notó que la gente lo recibía mejor cuando aparecía la sonrisa, que las mujeres le prestaban atención y que el trato con sus pares era amigable. Algo había cambiado, aunque no supiera bien que. Incluso empezó a ver que nada es tan grave ni tan mortal y que, en verdad, él tenía una vida tranquila.
Pero otro día, el instinto conquistador de la sonrisa le deparó un nuevo destino y fue a caer en los labios de una mujer, joven e idealista, que al empezar a sonreir más seguido notó la existencia de este hombre.
Él acostumbrado a sonreir, se quedó con el hábito y ella se enamoró.


Luego de un tiempo, la sonrisa se cansó de la boca de la dama y partió otra vez.
El cosmos agradecido por la intercesión de ella, ya que hacía mucho que quería unir a este par, decidió darle nombre y herramientas. Desde hace un tiempo se llama Afrodita, pero en verdad, no sigue siendo más que una sonrisa traviesa, ahora con trabajo en blanco.


Por Laura Brizuela.

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