lunes, 26 de mayo de 2008

Tango y recuerdos


Cuando él salió a la pista el tiempo se detuvo. Las luces del salón parecieron ponerse de acuerdo y su figura de milonguero se dejó ver. Las mujeres se hacían las distraídas pero cruzaban los dedos para que alguna de ellas fuera la elegida. Marina las odió a todas juntas.
Él merodeaba el salón buscando a una entre tantas. Ella sabía a quien, pero no quería colaborar. Él se detuvo en frente de su mesa y sin rodeos le dijo que saliera al patio. La tomó del brazo y la llevó a paso lento.

- ¿En que te puedo ayudar? - dijo ella, antes de siquiera saludarlo.
- Quiero disculparme. Debería haberme despedido la última vez.
- Estás disculpado ¿Algo más?
- Si. Te agradecería que bailes conmigo. Solamente esta noche. Una única tanda.

Bailaron. A medida que la banda tocaba ella recordaba. Trataba de convencerse de que no es bueno recordar, pero recordaba sus besos, su risa, su cuerpo, su mirada, su sed.
Mientras el tango sonaba se hicieron uno en un abrazo. Él trataba de pensar que no la amaba más, que ella también lo dejó. Trataba de no conmoverse. Trataba.
Bailaron toda la noche y prometieron no verse más. Lo juraron, a sabiendas de que es imposible.

Por Laura Brizuela

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