
Aunque lo trágico y lo oscuro siempre ronden mis letras, parece que hoy esos señores se fueron de vacaciones.
Sentada en un colectivo a la una de la mañana con poco alcohol encima pero sí con mucha pereza, comencé a pensar en algunas ideas. Mis sueños siempre son conmovedores, sin sentido, agobiantes; Despierto con el llanto contenido… entonces para que soñar.
Sentada en un colectivo a la una de la mañana con poco alcohol encima pero sí con mucha pereza, comencé a pensar en algunas ideas. Mis sueños siempre son conmovedores, sin sentido, agobiantes; Despierto con el llanto contenido… entonces para que soñar.
Mejor comencé a hacer un registro de mi día. Domingo, frío, lleno de sol. Pocas ganas de nada, obligaciones propias de mucho. Hice lo que me pareció. Un poco de estudio (ojo muy poco), algo más de quehaceres domésticos, y una cita en una radio. Ahí donde pronto empezaré a plasmar mis gustos (guste a quien guste y a quien no también)
Poco después, y con la emoción de un nuevo emprendimiento de por medio, cené con mis amigos. Era como sentirse en casa. Compartiendo una mesa, conversando, disfrutando. Las risas se paseaban entre todos, el acogimiento de los padres ajenos los hacían sentir como propios. Un par de halagos por el acento que me levanta el ánimo y hasta la moral llegaron a mis oídos.
Entre todo ese barullo de emociones sonaba de fondo Chabela Vargas; qué más podría pedir. Recordaba cuando mi madre y yo cantábamos a dúo con muy poca entonación pero con sensaciones latentes aquellos canciones de esa vieja (con el mayor respeto del mundo). Ahí mi mente empezó a volar… siempre que escuchaba ese tipo de música me imaginaba en una cantina de mala muerte pero con gente muy valiosa tomándome un tequila o un vodka o un whisky o un vino o un lo que sea, para el caso es lo mismo, fumándome un cigarrillo y diciendo: Vieja, no te mueras nunca!!!.
En mitad de eso recibí una llamada del extranjero que me hizo ponerme en pie de un salto y caminar hasta el patio helado por el clima nada amigable de Buenos Aires. La voz de fondo (prefiero omitir quien era) me dijo: Qué haces fuera de casa un domingo tan tarde. Mi respuesta fue: estoy festejando el día del amigo (en Argentina se festeja eso). La otra voz: Vos festejas el día de la alfombra, del zapato, del tapete, de lo que sea con tal de festejar no?… La risa irrumpió brutalmente mi alma.
Y sí. Pensándolo en frío, es verdad. Yo quizás un poco trágica, un poco melancólica, un poco tremendista, siempre tengo un motivo para festejar.
Por Manuela Carcelén Espinosa
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