El loco del 63

Dentro de los personajes urbanos es infaltable “el loco”. Hay locos de todo tipo: el loco lindo, el esquizofrénico, la loca histérica, el loco bipolar – que lo puso de moda Britney Spears – el loco al que le faltan un par de jugadores, y están aquellos que los tienen todos, pero en otras posiciones.

Variedad nos sobra.

Pero hoy les voy a contar del “loco del 63”.
El 63 es el colectivo que me tomo para ir a trabajar y este personaje coincide conmigo casi siempre en el viaje. Suele hablar con cualquiera o consigo mismo, el interlocutor puede ser el bebé en los brazos de una mamá que lo mira extrañado o el timbre. O bien, el que pase en ese momento.
A veces la gente, por respeto, le contesta. A veces no tiene respeto.
Pero el loquito no se da por aludido y continua sus diálogos imaginarios. No le faltan risas, ni expresiones de sorpresa, se nota que la pasa de lo más bien.
Ayer, sin embargo, el que no la pasó tan bien fue el colectivero.
El loco estaba cerca de la puerta, cuando una señora mal humorada apretó el timbre para bajarse y al no escuchar el silbido le gritó al chofer “parada por favoooor!”. A lo que el colectivero, evidentemente molesto, le respondió con falsa calma: “ya vi señora, este timbre no suena, es con la luz”. La señora se acomodó el saco, un tanto incómoda y se bajó.
El loquito siguió hablando y cuando los próximos pasajeros tocaron el timbre, él se les adelantó para decirles con mucha seriedad: “Mire que el timbre no anda, eh”.
Instantáneamente se pudo escuchar a dos personas gritando por la parada.
El chofer vio la situación y se tragó el malestar.
Nuevamente, se acercó una pareja para descender que no estaban al tanto de todo lo anterior, el loquito con diplomacia les anunció en voz baja que el timbre no funcionaba. Y la pareja no hizo esperar el grito, ya que la parada se aproximaba. “¡PARADA FLACO!”
El colectivero esta vez contestó visiblemente irritado: “El timbre es con la lucecita, no suena pero yo veo y ¡VOS (por el loco del 63) dejá de joder porque te bajo!”
El loquito no se dio por aludido. A esta altura, yo creo que se hacía el vivo, porque a cada uno que se quería bajar le advertía lo mismo y el chofer, ya neurótico, estaba a punto de trompearlo. El clima en el colectivo se puso denso y tuvo que intervenir un policía que estaba parado viendo todo.

- Basta, querido... dejate de macanear, que te voy a bajar. - le dijo el cana, medio con pena.
- ¿Por qué me vas a bajar vos, si no tenés puesta la gorra?
- Porque ya te dije, retardado, que el timbre si anda, que es el de las lucecitas! - gritó desde adelante el colectivero rojo como tomate, mientras alguno le pedía por la parada.
- Pero yo le aviso a la gente. Ustedes deberían poner un cartel que diga que el timbre no suena.
- ¡PERO PORQUE ES EL DE LAS LUCECITAS! - argumentó por enésima vez el chofer.

A esta altura yo me moría de la risa y varios ya habían tomado posición en el asunto. Algunos defendían al colectivero que cada vez estaba más sacado, otros al loquito, que no tiene la culpa de ser loquito.
El encargado de mediar todo era el policía, al que el loquito increpaba por no tener puesta la gorra ¡Y se tuvo que poner la gorrita!
Una vez completado el traje de policía, el cana le vuelve a decir que se deje de hacer el vivo.
“Como no oficial”, dijo y casi me descompongo de la risa.

Por Laura Brizuela