La verdad es que hace bastante que no pienso en él. Antes, sí. Mucho. Por suerte, el tiempo hace lo propio y a veces nos libera.
Ayer cuando entraba a una pizzería me pareció verlo. Mis amigos se sentaron atraídos por el aroma del queso quemado. Yo me quedé unos segundos observando a un hombre, a ese que parecía ser él. Lentamente avancé hacia la mesa. Estaba de espaldas a mí. Temí que fuera él. Por Dios, era él. Su forma, su cuerpo, sus manos, esa manera de sentarse. ¿Es él? No. Después me pareció que no. Y así la duda me carcomió diez minutos hasta que se levantó y vi claramente que no era. La tranquilidad me abrazó.
Ya se que ya lo superé, ya se que ahora amo a otro, ya se que él hace su vida, ya sé todo eso. Pero no pude evitar los nervios y a la noche, los sueños.
Año Nuevo chino. ¡Qué hermosa se pone esta ciudad con el festejo! Invita a recorrerla, aunque el cansancio quiera hacer estragos conmigo.
Salí a tomar algo. Estaba de buen ánimo. Cuando varias cervezas habían desfilado por mi mesa, la vi. No podía ser. Me quedé inmóvil. ¿Qué hacer? ¿Qué se suponía que debía hacer? Ahí estaba, con su pelo largo, su juventud y su aroma.
Me acerqué paso a paso, desconfiando de mis certezas. Ahora no estaba tan seguro de que se tratara de ella. Pero Virgen María que parecida.
No era. Me aproximé un poco más para cerciorarme. No. Es otra.
Qué ingenuo. Si ella está muy lejos, muy en la suya, muy en sus cosas. Cómo desearía que me recuerde, que me piense, por diez minutos nada más. Como desee teletransportarme hacia donde estuviera en ese preciso instante.
Por Laura Brizuela
4 comentarios:
que buen post, me gusto mucho... Cuantas veces me paso lo mismo, sentir lo mismo pensar lo mismo.
Gracias! Saludos,
Laura.
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Te saluda atentamente Claudio Tomassini
che, que lindo este post tuyo! jeje
meo, você me machucou seriamente agora com esse texto.
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