Recuerdo el último verano, los colores se me pegaban a la piel. Caminaba entre destellos con poca ropa y sentía la libertad de mis pies descalzos. La brisa no lograba despeinarme y el verdor por momentos me hacía pensar que los edificios no existían.
Disfrutaba cada paso. Recorría la ciudad como si fuera la última vez. Me sentaban en los trenes y sentía como la velocidad se traducía en un pequeño mareo, algo desconcertador. Contemplaba cada espacio y mi piel húmeda se sentía fresca.
Mi rutina se transformó en una eterna sorpresa. Visitaba tu barrio y te buscaba entre las esquinas. Sabía que en la plaza te encontraría. A lo lejos lograba descifrar que, con tus ropas viejas y gastadas, estabas sentado sabiendo que yo iba a llegar. Nuestras miradas se cruzaban y lograban hacerme temblar. Ya a pocos metros de ti, mi sonrisa se mostraba.
Con el sol cayendo entre los balcones, sólo disfrutábamos. Una botella se entrelazaba en nuestros dedos y el humo entre los ojos. Despacio armabas los cigarrillos y el sabor a chocolate mezclado con tu saliva se pegaba en mis labios.
Te contaba mis sueños y te narraba historias que se dibujaban en mi frente mientras las sombras daban formas al piso caliente. Pintábamos un mundo de arco iris.
La noche empezaba a llegar, la música ya decoraba algunos rincones. Llegaba el viejo conocedor, el joven descomplicado, el mendigo amigable. No faltaba el borracho molesto. Pero nosotros seguíamos hablándonos, riéndonos, ocultándonos.
Entre los recuerdos del pasado, llenos de opulencia y sorpresiva miseria amarilla aparecía una banda y la plaza se levantaba con ella. Todos jugábamos a ser amigos. Todos pasábamos nuestros vasos, nuestras almas un poco solas.
Las caras pintadas, los zancos, los malabares, la demencia, la irreverencia me hacían sentir como en un circo copado de sorpresas. Tú siempre a mi lado me entregabas seguridad. Ya con algunos vinos encima me contabas tus secretos y yo los reproducía en textos. No sabía si te molestaría, solo quería homenajearte.
Las almas se paseaban a nuestro alrededor y quería creer que no podrían tocarnos, que junto a tu hombro esos seres se asustarían y no me perturbarían, que mis pesadillas saldrían a pasear.
Tus abrazos sinceros me permitían soñar que me protegerías por la eternidad, así de efímera como yo, como tú.
El viento comenzaba a levantar las hojas y las sombras. Poco a poco nos empezábamos a quedar solos. Seguía en un cuento. Me abrigabas con tu cariño. Mi tristeza peleaba con todo mi ser y salía entre los poros. Te contaba mi oscuridad. Me dabas amor. Lloraba entre ti.
Así rodeados de nada, me entendías, me ayudabas. Yo caía dormida. Tú me llevabas a una cama. Y por la mañana con café y tostadas sentía morir.
Ese ruido a muerte, lo extraño hoy.
Otra vez sólo quise homenajearte.
Por Manuela Carcelén Espinosa
Disfrutaba cada paso. Recorría la ciudad como si fuera la última vez. Me sentaban en los trenes y sentía como la velocidad se traducía en un pequeño mareo, algo desconcertador. Contemplaba cada espacio y mi piel húmeda se sentía fresca.
Mi rutina se transformó en una eterna sorpresa. Visitaba tu barrio y te buscaba entre las esquinas. Sabía que en la plaza te encontraría. A lo lejos lograba descifrar que, con tus ropas viejas y gastadas, estabas sentado sabiendo que yo iba a llegar. Nuestras miradas se cruzaban y lograban hacerme temblar. Ya a pocos metros de ti, mi sonrisa se mostraba.
Con el sol cayendo entre los balcones, sólo disfrutábamos. Una botella se entrelazaba en nuestros dedos y el humo entre los ojos. Despacio armabas los cigarrillos y el sabor a chocolate mezclado con tu saliva se pegaba en mis labios.
Te contaba mis sueños y te narraba historias que se dibujaban en mi frente mientras las sombras daban formas al piso caliente. Pintábamos un mundo de arco iris.
La noche empezaba a llegar, la música ya decoraba algunos rincones. Llegaba el viejo conocedor, el joven descomplicado, el mendigo amigable. No faltaba el borracho molesto. Pero nosotros seguíamos hablándonos, riéndonos, ocultándonos.
Entre los recuerdos del pasado, llenos de opulencia y sorpresiva miseria amarilla aparecía una banda y la plaza se levantaba con ella. Todos jugábamos a ser amigos. Todos pasábamos nuestros vasos, nuestras almas un poco solas.
Las caras pintadas, los zancos, los malabares, la demencia, la irreverencia me hacían sentir como en un circo copado de sorpresas. Tú siempre a mi lado me entregabas seguridad. Ya con algunos vinos encima me contabas tus secretos y yo los reproducía en textos. No sabía si te molestaría, solo quería homenajearte.
Las almas se paseaban a nuestro alrededor y quería creer que no podrían tocarnos, que junto a tu hombro esos seres se asustarían y no me perturbarían, que mis pesadillas saldrían a pasear.
Tus abrazos sinceros me permitían soñar que me protegerías por la eternidad, así de efímera como yo, como tú.
El viento comenzaba a levantar las hojas y las sombras. Poco a poco nos empezábamos a quedar solos. Seguía en un cuento. Me abrigabas con tu cariño. Mi tristeza peleaba con todo mi ser y salía entre los poros. Te contaba mi oscuridad. Me dabas amor. Lloraba entre ti.
Así rodeados de nada, me entendías, me ayudabas. Yo caía dormida. Tú me llevabas a una cama. Y por la mañana con café y tostadas sentía morir.
Ese ruido a muerte, lo extraño hoy.
Otra vez sólo quise homenajearte.
Por Manuela Carcelén Espinosa
6 comentarios:
schön text!, "Manu Aufrührer Haar".
küsses,
meine Dame Böse =)
dein Sklave Brasilianer, "Schatten Losanoff"
Tschüß!
Sehnsucht..
Vielen Dank Sachtzi!!!!
Ich liebe die Anmerkung...
Küsse!
Murmuran por ahí que solo hay dos grandes temas que encierran a los escritores: el amor y la muerte.
¿Por qué no le das muerte al tema del amor?
Porque el uno sin el otro no puede vivir...y sin los dos la nada ganaría la batalla!
Gracias por el comentario...
Ya que son complementarios, todos tus fans esperamos un relato que tenga como protagonista a la muerte.
Aunque es probable que le quites la guadaña, le cuelgues un arco y flechas, y salga a cazar tórtolos.
El relato de la muerte se está cocinando algún tiempo ya... pronto llegará, todavía no es publicable
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