Un domingo como cualquier otro. Estaba frente a mi computador tratando de trabajar, de leer, de escribir. No podía hilar ni una sola idea. La televisión estaba prendida como siempre. Es inevitable apagarla. Extraña compañía a mis días de soledad… siempre elijo parejas equivocadas.
Sin poder concentrarme empecé a navegar por blogs y páginas web ojeando lo que los demás publicaban, quizás así alguna inspiración llegaría a mis sentidos que llevan un tiempo de sequía. Recordé que una amiga me recomendó leer un blog que se llama bitacoradelkpitan.blogspot.com. Ella me dijo que debía mirarlo, que estaba muy bien escrito y sobre todo que me sorprendería con su contenido. Sin más pistas que esas, tipie en una ventana aquella dirección.
Mientras se abría la página estaba mirando la película de Woody Allen, Vicky, Cristina, Barcelona… Ya era como la cuarta vez que lo hacía por lo que mi concentración estaba dispersa en mil lugares. Recordaba varias escenas que me hicieron reír y otras que me recordaron la gran imbécil que puedo ser. Eso de identificarse con aspectos de los personajes del cine no es del todo bueno; se afirman las percepciones de la estupidez innata que tenemos los seres humanos cuando pretendemos relacionarnos.
Finalmente el blog estaba listo y yo cruzada de piernas, con los lentes ajustados y una cobija sobre mí. Media de Zhumir se llamaba el post. Probablemente el autor era ecuatoriano, y casi seguro que el alcohol era su estilo de vida. Hablaba de su habilidad para contar historias y de la aparición repentina de su ex novia o como él la llama de manera exagerada: la reina madre de sus ex novias.
La historia me sonaba familiar, aquella mujer tenía ciertas características mías y el relator muchas otras de mi ex novio. Claro el Capitán decidió una vez más contar nuestra vida. No sabes hablar de nada más que de nosotros, pensé mientras devoraba cada línea. Es inevitable leerle, hipnotizarse con todo su talento.
Pero en ese momento mi vista se desvió hacia la pantalla del televisor. Apareció María Elena o Penélope Cruz. Intentó suicidarse, recurrió a Juan Antonio, su ex marido, eterno enamorado, su locura constante. Maldita coincidencia, pensé. Siempre que el Capitán se acerca, por mi lado viajan mil sugerencias que me indican que nunca podremos separarnos. Dos enfermos, dos locos y dos enamorados que no pueden vivir juntos, pero tampoco separados. Mi psiquis se pierde por completo cuando pienso en su talento, en su inteligencia, en sus habilidades, en todo lo que hace, en lo bueno que es. Y tengo ganas de gritarle que me desespera su estado de quietud, de falta de pasión, de sueños que nunca cumple, de capacidad botada a la basura.
Según él, yo escribo bien, crecí artísticamente gracias a su ausencia, ahora estoy explotando mi talento porque no vivo con el Capitán. Según yo, no escribo bien, él me puso esas semillas, me guió hacia un camino que ni si quiera había mirado antes.
No puedo dejar de hacer las dos cosas. Odiarle, adorarle.
Una mala noticia. En un flash informativo dice un periodista que el escritor uruguayo Mario Benedetti murió. Ese hombre que me permitió regalarle unas palabras que en algo dibujaban lo que yo sentía por mi ex, claro cuando todavía le dedicaba cosas. Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor. Eso le decía yo a cada segundo. Le recordaba por lo menos unas cien mil veces al día que estaba loca enamorada. Ahora no le digo. A veces lo siento, otras creo que se me pasa. Pero la noticia me hizo sentir de nuevo su pie junto al mío cuando dormíamos. Como un pez flaco y huesudo mi patita buscaba a su pareja y podía perder la cabeza si no la encontraba; le obligaba a que la cobijara para sentirse acompañada. Caramba que coincidencia.
Regresé al blog y continué con la versión capitanesca de mi pasado. En una carta digo que le odio, que es un hijo de puta, que es un perdedor. Esas palabras son las mismas que digo en uno de sus cortos en donde él es un joven escritor con talento pero que trabaja para una revista porno; es decir, es un mediocre. Yo soy alguien que sin mayor explicación llegó a su vida para recordarle que es una basura. Me nombra en todas sus historias y en todos sus cuentos. Me hace soberbia y por lo general le escupo a cada segundo lo miserable que es.
De todas formas, lo raro de este domingo es que no fue como cualquier otro. Se llenó de coincidencias, de anhelos, de recuerdos. Benedetti, Allen, el blog, su vida, la mía. Hace unos días nos encontramos, salimos juntos, tomamos algo, nos emborrachamos. Nos recordamos como éramos en el pasado, cuando todavía estábamos juntos.
Tal vez necesitamos una Cristina para caminar tranquilos, amarnos y poder ser una pareja poco normal pero menos volátil, loca, enferma.
Por Manuela Carcelén Espinosa
Sin poder concentrarme empecé a navegar por blogs y páginas web ojeando lo que los demás publicaban, quizás así alguna inspiración llegaría a mis sentidos que llevan un tiempo de sequía. Recordé que una amiga me recomendó leer un blog que se llama bitacoradelkpitan.blogspot.com. Ella me dijo que debía mirarlo, que estaba muy bien escrito y sobre todo que me sorprendería con su contenido. Sin más pistas que esas, tipie en una ventana aquella dirección.
Mientras se abría la página estaba mirando la película de Woody Allen, Vicky, Cristina, Barcelona… Ya era como la cuarta vez que lo hacía por lo que mi concentración estaba dispersa en mil lugares. Recordaba varias escenas que me hicieron reír y otras que me recordaron la gran imbécil que puedo ser. Eso de identificarse con aspectos de los personajes del cine no es del todo bueno; se afirman las percepciones de la estupidez innata que tenemos los seres humanos cuando pretendemos relacionarnos.
Finalmente el blog estaba listo y yo cruzada de piernas, con los lentes ajustados y una cobija sobre mí. Media de Zhumir se llamaba el post. Probablemente el autor era ecuatoriano, y casi seguro que el alcohol era su estilo de vida. Hablaba de su habilidad para contar historias y de la aparición repentina de su ex novia o como él la llama de manera exagerada: la reina madre de sus ex novias.
La historia me sonaba familiar, aquella mujer tenía ciertas características mías y el relator muchas otras de mi ex novio. Claro el Capitán decidió una vez más contar nuestra vida. No sabes hablar de nada más que de nosotros, pensé mientras devoraba cada línea. Es inevitable leerle, hipnotizarse con todo su talento.
Pero en ese momento mi vista se desvió hacia la pantalla del televisor. Apareció María Elena o Penélope Cruz. Intentó suicidarse, recurrió a Juan Antonio, su ex marido, eterno enamorado, su locura constante. Maldita coincidencia, pensé. Siempre que el Capitán se acerca, por mi lado viajan mil sugerencias que me indican que nunca podremos separarnos. Dos enfermos, dos locos y dos enamorados que no pueden vivir juntos, pero tampoco separados. Mi psiquis se pierde por completo cuando pienso en su talento, en su inteligencia, en sus habilidades, en todo lo que hace, en lo bueno que es. Y tengo ganas de gritarle que me desespera su estado de quietud, de falta de pasión, de sueños que nunca cumple, de capacidad botada a la basura.
Según él, yo escribo bien, crecí artísticamente gracias a su ausencia, ahora estoy explotando mi talento porque no vivo con el Capitán. Según yo, no escribo bien, él me puso esas semillas, me guió hacia un camino que ni si quiera había mirado antes.
No puedo dejar de hacer las dos cosas. Odiarle, adorarle.
Una mala noticia. En un flash informativo dice un periodista que el escritor uruguayo Mario Benedetti murió. Ese hombre que me permitió regalarle unas palabras que en algo dibujaban lo que yo sentía por mi ex, claro cuando todavía le dedicaba cosas. Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor. Eso le decía yo a cada segundo. Le recordaba por lo menos unas cien mil veces al día que estaba loca enamorada. Ahora no le digo. A veces lo siento, otras creo que se me pasa. Pero la noticia me hizo sentir de nuevo su pie junto al mío cuando dormíamos. Como un pez flaco y huesudo mi patita buscaba a su pareja y podía perder la cabeza si no la encontraba; le obligaba a que la cobijara para sentirse acompañada. Caramba que coincidencia.
Regresé al blog y continué con la versión capitanesca de mi pasado. En una carta digo que le odio, que es un hijo de puta, que es un perdedor. Esas palabras son las mismas que digo en uno de sus cortos en donde él es un joven escritor con talento pero que trabaja para una revista porno; es decir, es un mediocre. Yo soy alguien que sin mayor explicación llegó a su vida para recordarle que es una basura. Me nombra en todas sus historias y en todos sus cuentos. Me hace soberbia y por lo general le escupo a cada segundo lo miserable que es.
De todas formas, lo raro de este domingo es que no fue como cualquier otro. Se llenó de coincidencias, de anhelos, de recuerdos. Benedetti, Allen, el blog, su vida, la mía. Hace unos días nos encontramos, salimos juntos, tomamos algo, nos emborrachamos. Nos recordamos como éramos en el pasado, cuando todavía estábamos juntos.
Tal vez necesitamos una Cristina para caminar tranquilos, amarnos y poder ser una pareja poco normal pero menos volátil, loca, enferma.
Por Manuela Carcelén Espinosa
2 comentarios:
pois é, e eu nunca aprendo q deve-se ler os posts de um blog de baixo para cima.. =/
beijos querida
Besos querido!
Publicar un comentario