domingo, 19 de julio de 2009

Un médico a la derecha (o mejor un psicólogo)

Volvía a mis tiempos de medicina. Siempre preocupada, sin tiempo y con el ceño fruncido. Ojeras y cansancio eran mi imagen. Tiempos lejanos que en ese sueño se hicieron tan reales que temí que fuera cierto.

En ese estado, un parto se aproximaba a la escena. Una mujer joven y morena daba a luz a mellizos, pero ninguno lloraba. Sus cuerpitos cayeron como muertos, llenos de placenta y faltos de vida.

La mujer gritaba por ayuda y alguien me llamaba. Intenté reamimar al primer bebé. Se me complicó por que era muy pequeño y temía romperle el esternón. No estaba nerviosa pero sentía que me había olvidado todo, que todo lo que estudié esos años ya no estaba en mí, una analfabeta. ¿Y si no funcionaba la RCP*? La mujer seguía gritando, hasta que el prmer bebé por fin respiró y lloró con una fuerza increíble. Me sentí aliviada y me trajeron al otro.

Eran otras mujeres las que me pedían por favor que lo reviviera. Ahora la madre tenía en su pecho al bebé resucitado. Las señoras me rogaban que por favor hiciera lo mismo que con el anterior, mientras en una manta me presentaban al otro.

Yo les decía que no podía. Ellas imploraban y lloraban. Yo insistía, muy confundida, que lamentablemente no veía cómo hacerlo. "Como hizo con el otro señorita, ¡salvelo!", me decía una mujer gorda en el sueño.

"Pero es que... señora, no se da cuenta... Esto no es un bebé, es un celular...", le decía y me desperté un poco alterada.


Por Laura Brizuela


*reanimación cardiopulmonar

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