La primera vez que me dijo que me amaba fue mientras cogíamos. Perdón por la brutalidad, pero no puedo decir que estábamos haciendo el amor. Simplemente cogíamos y al infeliz se le ocurrió decirme que me amaba.
No sé porque lo hizo pero me molestó como molestan los granos purulentos a la hora de una cita, me puso incómoda porque él esperaba respuesta y yo sólo quería llegar al orgasmo. Me desconcentró y tuve ganas de mandarlo a la mierda, de explicarle que no me van los monólogos sentimentalistas mientras cojo, de decirle que muy lindo todo, pero nos conocemos hace muy poco, quería mandarlo al psicólogo y a la mierda de nuevo. Pero me seguía mirando mientras se movía arriba de mí. Entonces sentí pena y me traicioné. Le dije un apenas audible yo también.
Sonrió y acabó, mientras yo no pude nada. Se veía feliz, cansado y satisfecho. Yo me sentía amargada, sola y estúpida. Quería irme y él me abrazó. Me preguntó si tenía ganas de hablar. Me enfermó. Le dije que no, que tenía sueño. Me di vuelta y sentí como él iba cayendo en la profundidad, mientras mis ojos buscaban penumbra en la oscuridad del cuarto.
Hacía calor. Recuerdo que su cuerpo se me pegaba al mío.
No sé porque lo hizo pero me molestó como molestan los granos purulentos a la hora de una cita, me puso incómoda porque él esperaba respuesta y yo sólo quería llegar al orgasmo. Me desconcentró y tuve ganas de mandarlo a la mierda, de explicarle que no me van los monólogos sentimentalistas mientras cojo, de decirle que muy lindo todo, pero nos conocemos hace muy poco, quería mandarlo al psicólogo y a la mierda de nuevo. Pero me seguía mirando mientras se movía arriba de mí. Entonces sentí pena y me traicioné. Le dije un apenas audible yo también.
Sonrió y acabó, mientras yo no pude nada. Se veía feliz, cansado y satisfecho. Yo me sentía amargada, sola y estúpida. Quería irme y él me abrazó. Me preguntó si tenía ganas de hablar. Me enfermó. Le dije que no, que tenía sueño. Me di vuelta y sentí como él iba cayendo en la profundidad, mientras mis ojos buscaban penumbra en la oscuridad del cuarto.
Hacía calor. Recuerdo que su cuerpo se me pegaba al mío.
- ¿Estuviste enamorada después?
- Si, definitivamente. Pero esa noche, la primera de las millones que estuvimos juntos, no lo quise. Quise extinguirlo. Desaparecerlo.
- Pese a que el decía amarte.
- Por eso. No le creí. Lo vi necesitado, débil, poca cosa.
- ¿Y cómo fue verlo después de tanto tiempo y tantas cosas?
- Nada. Le dije que lo amaba mientras cogíamos. Después me mandó al psicólogo.
Por Laura Brizuela
5 comentarios:
jajajajaj
uh
la puta madre que te parió
sin palabras
ah andate a la mierda...
[reacciones]
jajaja! Es complicada la mujer.
Saludos!
solo la mujer...?
la vida...
saludos
Ja, ja.
Eres buenísima.
Un saludo.
Atenea.
Me hizo reir tu cuento. Gracias. Me gusto.
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