Días, semanas, horas han pasado desde el último post que publiqué en este blog... pero como saben quienes me leen, sin importar si son pocos o muchos o si soy solamente yo, es que el viento sopla y yo intento detenerme y abrazarme a un árbol para que no me lleve pero su fuerza es siempre superior a la mía. Me jalonea y me aleja de todo lo que quiero y luego cuando calma, yo despacio regreso caminando hasta entrar en ese punto que me impulsa a continuar. Un cigarrillo en mano y una copa pueden siempre ser parte de este juego entre la brisa y yo, por ahora ambos se han ido de vacaciones y sola debo jugar.
A continuación un fragmento de Opio en las Nubes, solo para recordarles que con ese libro bajo el brazo retorno a las calles de las que me separaron.
"... Amarilla no te desconcentres Amarilla mira que esto es importante Amarilla mira Amarilla que los colores son ese tejido invisible que conectan todos los recuerdos y los días mira Amarilla que cuando tú no estés más junto a mí yo te recordaré mas por tu sudor que por tus palabras es muy importante esto que te estoy diciendo mi querida Amarilla y entonces ella me miraba y el domingo seguía oliendo a acpm con atún a hojas secas sobre el pavimento oye Sven dame otro cigarrillo claro Amarilla toma Amarilla las calles también tienen su olor las calles huelen a bicicletas dejadas en los antejardines eso es cuando uno está chico huele a cadena de bicicleta a grasa a refresco a paleta de limón a árbol tal vez a pino huelen a muchas cosas que se mezclan los olores de mamá su perfume de pan el aroma de papá el olor del perro el olor de las tres de la tarde cuando no hay nada qué hacer Amarilla también huele a bus a gasolina huelen a nubes apretadas fatigadas a cielo deprimido observa ese cielo Amarilla obsérvalo con esos ojos grandes huele ese cielo el olor de las calles siempre es el olor de la desolación todo parece quieto pero en el fondo todo está muerto todo parece feliz pero todo es infeliz uno cree que porque los chicos montan en bicicleta la felicidad anda por aquí y por allá pero nada de eso Amarilla nada de eso en el fondo todo es un engaño el olor de las calles nos mata lentamente nos atraviesa los huesos con presición y nos dice que el tiempo está pasando por entre nuestros dedos y nuestros ojos y no hay nada que podamos hacer Amarilla el olor de los días es un océano invisible por donde vagamos sin saber dónde queda la costa ni los faros solamente somos islas que nos vemos intermitentemente cuando las olas bajan y entonces nos saludamos de isla a isla nos decimos hola observamos los rostros y luego cada cuál se sumerge en su pequeña isla en su pequeño olor particular y se concentra en sus sudores en sus miedos en esos aromas que vienen de lo más profundo de los pantalones de los zapatos de los ojos de una especie de pecueca del alma Amarilla así como lo oyes una especie de pecueca del alma como si tuvieramos un millón de zapatos en la mitad del corazón (...) el olor de la tristeza se localiza en la boca del estomago es como si siempre tuvieras hambre de algo hambre de luz hambre de calle hambre de noche hambre de todo hambre de nada hambre de mierda no te deja tranquilo te quema te da vueltas en el estómago te atrapa todas tus palabras y no las deja salir Amarilla el mundo Amarilla el mundo es una cosa extraña una pelota caliente un pedazo de cielo entre los dientes un pedazo de día entre las piernas un sol roto entre los calzoncillos blancos Amarilla y entonces solamente entonces me daban ganas de limpiar con los cucos rosados de las chicas el vidrio roto de los días pero a los pocos minutos el vidrio se ensuciaba y todo volvía a ser igual Bayer se sacaba los mocos límpiate los mocos no me joda la vida y Leonid tomaba licor y yo seguía fumando dejaba escapar el humo por entre el vidrio roto de los días y sólo esperaba que alguien me diera una piedra para romperlo definitivamente a lo mejor si lo hubiera hecho estoy seguro de que Bayer habría pegado el vidrio roto de los días con sus mocos de eso estoy seguro Amarilla."
Por Manuela Carcelén Espinosa
1 comentario:
Y se rompen los sueños como las hemorroides de un viejo alcohólico, que ha abdicado a soñar pero que sigue soñando hasta que teme volverse loco: Si lo pienso, no estoy loco, dice o cree decirse mientras su ano mana sangre y su boca sin muelas, también.
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