Once de la noche. Fue un día intensivo de paseo con la familía que vino de visita.
Hace poquito llegaron mis dos hermanas, mis dos sobrinos y mi mamá. Silvana ya duerme con Mica, mi madre se fue a acostar, yo doy vueltas por la sala y Máximo de tres años – que nunca se cansa – no quiere dormir. Su madre recurre a todos los sistemas hasta que la paciencia se agota.
Cecilía: Máximo, por favor, ya es hora de dormir... (voz de cansancio y súplica) Esta no es hora de jugar. Vení a acostarte.
Máximo: Un zatito maaaa, toy uando
Cecilía: No, hijo, ya no es hora de jugar, son las once de la noche y ahora hay que dormir. Dale, vení por favor. No me hagas ir a buscarte.
Máximo: peraa!
Cecilía: Máximo POR FAVOR
Máximo: shi shi, shaaa oiii
Cecilía: Bueno, o venís para acá ahora mismo, o te vas a ir dormir con la abuela!
Sale mi mamá del cuarto, con las manos sobre las caderas, indignadísima.
“¿Qué? ¡¿Ahora dormir conmigo es un castigo?!”
Nos matamos de risa, y Máximo se durmió como a las dos de la madrugada.
Por Laura Brizuela
2 comentarios:
JAjaja! Me hizo acordar de mi hijo ¡Muy divertido! Linda historia, me gustó.
Saludos, Alejandro.
Gracias Alejandro!
Publicar un comentario