Hoy sentí la traición. No la pude mirar, oler o tocar; pero me habló al oído.
Vino a inundar mi cabeza de ideas, a marearme y a perderme.
A través de la palabra me dio un paseo por el mundo de los recuerdos.
Parecía que me llevaba de la mano a esos lugares donde prefiero no entrar.
Me hablaba de psicología, de Freud, del inconsciente y de la negación.
Yo firme a mis ideas, le discutía cada uno de sus argumentos; le insistía en que
todo lo que me contaba era producto del veneno que corre por sus venas.
Me negaba a seguirla, pero su fuerza me hacía perder la voluntad.
- ¡Mirá que sos tonta, nena! - me dijo - hasta un ciego puede ver lo que vos no
querés ver -
En ese momento paré todo. Dejé de escucharla y pensé:
- ¿Por qué me está hablando en argentino? ¿Cómo la traición me ronda me habla
en "otro" idioma?
Ella, al darse cuenta por donde iba mi mente, me puso un freno a ralla y no me dejó continuar.
Nuevamente empezó llenarme de su veneno.
Consiguió su objetivo. Las dudas aparecieron. No quería dejarlas pasar. No sabía
como evitarlo.
De pronto, así de la nada, me di cuenta que el problema entre las dos era la
diferencia idiomática.
Mi solución:
- Pará, pará boluda... si no me traés pruebas no te creo nada. ¿Tamos? - le dije.
La traición, un poco sorprendida y un poco anonadada, no tuvo más reacción que
darse media vuelta y seguir su camino. Así yo podía seguir durmiendo.
Cuando estaba lejos volteo la vista y gritó:
- De mí no te salvás, ¡Eh!
Por Manuela Carcelén Espinosa
Vino a inundar mi cabeza de ideas, a marearme y a perderme.
A través de la palabra me dio un paseo por el mundo de los recuerdos.
Parecía que me llevaba de la mano a esos lugares donde prefiero no entrar.
Me hablaba de psicología, de Freud, del inconsciente y de la negación.
Yo firme a mis ideas, le discutía cada uno de sus argumentos; le insistía en que
todo lo que me contaba era producto del veneno que corre por sus venas.
Me negaba a seguirla, pero su fuerza me hacía perder la voluntad.
- ¡Mirá que sos tonta, nena! - me dijo - hasta un ciego puede ver lo que vos no
querés ver -
En ese momento paré todo. Dejé de escucharla y pensé:
- ¿Por qué me está hablando en argentino? ¿Cómo la traición me ronda me habla
en "otro" idioma?
Ella, al darse cuenta por donde iba mi mente, me puso un freno a ralla y no me dejó continuar.
Nuevamente empezó llenarme de su veneno.
Consiguió su objetivo. Las dudas aparecieron. No quería dejarlas pasar. No sabía
como evitarlo.
De pronto, así de la nada, me di cuenta que el problema entre las dos era la
diferencia idiomática.
Mi solución:
- Pará, pará boluda... si no me traés pruebas no te creo nada. ¿Tamos? - le dije.
La traición, un poco sorprendida y un poco anonadada, no tuvo más reacción que
darse media vuelta y seguir su camino. Así yo podía seguir durmiendo.
Cuando estaba lejos volteo la vista y gritó:
- De mí no te salvás, ¡Eh!
Por Manuela Carcelén Espinosa
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