
“Cuando hay problemas de polleras es mejor encerrarse por unos días”, me dijo pensativo, al confesarle que Sofía me quería dejar porque estaba segura de que la engañaba y que Roberta amenazaba con decirle a su marido de lo “nuestro” si yo no le daba el raje a Sofía.
- Si hacés cagadas, hacelas con cuidado ¿Me oíste? ¿O no sabés que la gente es mala y comenta?
- Te digo una cosa, viejo, esto de ser infiel es cansador... por eso estoy tan flaco.
- Por eso y porque con ese trabajito que tenés, no hacés un peso. Ya hay muchos periodistas, querido. Tendrías que haber sido un poco más vivo.
- Bueno y que hago…
- Cásate. Pero con una chica bien. Ninguna de esas con las que andás son mujeres para casarse y vos ya tenés 30 años.
- Veintinueve y la gente no se casa más, viejo.
- Bueno, entonces desaparecé unos días hasta que se calmen los ánimos. Las minas terminan perdonando. Siempre.
Horas después de esa charla visionaria, Sofía me dejó vía mensaje de texto: “Sos un hijo de re mil puta. No te quiero ver más, ya me contó todo tu Roberta”, decía.
Además Roberta le contó al marido. El cornudo me esperó en la puerta de la redacción y nos repartimos trompadas. Llamaron a la cana y por “disturbios y desacato a la autoridad” hace dos horas que estoy preso y parece que esto va para largo.
“Es mejor encerrarse por unos días”, me dijo el viejo hace horas nomás…
Por Laura Brizuela.
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