La vida es un sueño

El viaje en colectivo generalmente se presta a charlas filosóficas y más aún, estando con Manuelita. Así fue, que en la mitad del trayecto empezamos a hablar de sueños no concretados y que difícilmente podamos cumplir.

- ¿Viste esa parte de atrás del colectivo, en la que queda ese espacio entre el vidrio y los asientos? Bueno, siempre soñé con viajar acostada ahí con una almohadita... - dije dando el primer puntapié al tema
- Yo en cambio, siempre quise quedarme accidentalmente encerrada en un wal-mart y que no pudieran rescatarme hasta el otro día. Entonces me probaría toda la ropa, me comería todos los dulces, jugaría con todos los juguetes y la pasaría chevere.
- Si, yo también soñaba con eso. Y también con que el serenito no tenga fin, que la cucharita nunca toque el fondo.
- O lo mismo con las galletas: juntar en una fuente, una gran fuente, todo el relleno blanco de las galletas y comerlo de a cucharones mirando una peli.
- O tener stock ilimitado de cervezas, vinos y alcohol...
- Eso se soluciona teniendo plata.
- Cierto.
- Pero por ejemplo, otro de mis grandes sueños es que un día el cajero se equivoque y que no pare de darme dinero. Que tenga que recogerlos del piso de tantos que son. Eso si, tendría que resolver un dilema moral. Más que nada, porque los cajeros tienen esas camaritas, y cuando responda al banco estaría todo filmado. - decía Manu mientras se tocaba el mentón.
- Es verdad. Pero yo me llevo todo, ni lo dudo.
- Otro sueño mio, es un día contestarle a los chinos del super en su mismo idioma. Y pronunciar todo perfecto.
- Si y ser invisible a veces o poder transformarme en diferentes personas: una vieja, un hombre, una nena, y así..
- Eso es como escuchar lo que la gente piensa. Puede ser complicado, no se si yo querría eso.
- Yo si. Che... ¿esa no era Cabildo?

A los tumbos nos tuvimos que bajar del colectivo, porque entre tantas divagaciones, nos pasamos de parada.


Por Laura Brizuela.