Llovía mucho. Mucho. La noche anterior, como ser responsable que soy, llamé a la empresa de taxi para solicitarlo con tiempo. De todas formas a la mañana siguiente me quedé preocupada y me levanté una hora antes para confirmar que el auto vendría porque como le aclaré a la señorita, de eso depende la cara de orto que después tenga mi jefe si es que llegaba tarde. La chica, muy atenta, me dijo que no me preocupe que mi taxi estaría como todas las mañanas esperándome en la puerta de mi casa. “Muchas gracias”, le dije aliviada y me metí entre las cobijas calientes de nuevo.
Luego el ruidito de la lluvia me terminó de despertar. Abrí la ventana y olí a Buenos Aires. La amé profundamente.
Me bañé y mientras me lavaba los dientes pensaba en el placer del cepillo acariciándome las encías. Así, llena de buen humor y predisposición, salí de la ducha a las corridas porque sonaba el teléfono. Pensé que era mi mamá, pero grande fue la sorpresa al escuchar la voz de la chica del taxi que me decía muy fresca, que por la lluvia, mi taxi – que tenía que llegar en 15 minutos – no lo haría hasta dentro de casi una hora.
- Estamos con muchísimo trabajo – me dijo la infeliz
- Por supuesto. Por eso te llamé ayer, a las 10 de la noche y hoy a las 5 de la mañana. Porque era evidente que iban a tener mucho trabajo
- Si, disculpe señorita... no es mi culpa. No hay taxis hasta dentro de 40 minutos. Disculpe
- Qué feo esto. Estoy muy decepcionada – le dije con voz de mafiosa
- Discu… - y le corté.
A las apuradas me vestí puteando a la imbécil esa, a la estúpida compañía de taxi y a la lluvia puta que ahora me complicaba la existencia.
Medio corriendo bajé y el guardia al verme la cara de preocupación, se ofreció a conseguirme un auto en la calle. “No se vaya a mojar niña”, me decía mientras chiflaba y se paraba uno en frente. Qué suerte, pensé.
Realmente llovía mucho. Pero llegué a tiempo. Minutos después, cuando estaba pidiendo un café para empezar el día, me suena el celular. Era la minita de la compañía de taxi cagadora. Me dijo que ya habían resuelto un problema y que si yo quería un taxi estaría en mi puerta en 5 minutos.
“Perfecto, mandamelo y llamame cuando esté porque no me anda el timbre”, le dije amablemente.
“Señorita su taxi está abajo”, me dijo 5 minutos después. Le pedí que por favor me esperara 10 más, que ahora bajaba.
Me volvió a llamar a los 15, que el taxi seguía en la puerta. Y ahí le confesé la verdad.
“Ah, cierto. Ya estoy en el trabajo. Me olvidé de decirte. Así que cancelamelo”
¿Fue muy de garca?
Luego el ruidito de la lluvia me terminó de despertar. Abrí la ventana y olí a Buenos Aires. La amé profundamente.
Me bañé y mientras me lavaba los dientes pensaba en el placer del cepillo acariciándome las encías. Así, llena de buen humor y predisposición, salí de la ducha a las corridas porque sonaba el teléfono. Pensé que era mi mamá, pero grande fue la sorpresa al escuchar la voz de la chica del taxi que me decía muy fresca, que por la lluvia, mi taxi – que tenía que llegar en 15 minutos – no lo haría hasta dentro de casi una hora.
- Estamos con muchísimo trabajo – me dijo la infeliz
- Por supuesto. Por eso te llamé ayer, a las 10 de la noche y hoy a las 5 de la mañana. Porque era evidente que iban a tener mucho trabajo
- Si, disculpe señorita... no es mi culpa. No hay taxis hasta dentro de 40 minutos. Disculpe
- Qué feo esto. Estoy muy decepcionada – le dije con voz de mafiosa
- Discu… - y le corté.
A las apuradas me vestí puteando a la imbécil esa, a la estúpida compañía de taxi y a la lluvia puta que ahora me complicaba la existencia.
Medio corriendo bajé y el guardia al verme la cara de preocupación, se ofreció a conseguirme un auto en la calle. “No se vaya a mojar niña”, me decía mientras chiflaba y se paraba uno en frente. Qué suerte, pensé.
Realmente llovía mucho. Pero llegué a tiempo. Minutos después, cuando estaba pidiendo un café para empezar el día, me suena el celular. Era la minita de la compañía de taxi cagadora. Me dijo que ya habían resuelto un problema y que si yo quería un taxi estaría en mi puerta en 5 minutos.
“Perfecto, mandamelo y llamame cuando esté porque no me anda el timbre”, le dije amablemente.
“Señorita su taxi está abajo”, me dijo 5 minutos después. Le pedí que por favor me esperara 10 más, que ahora bajaba.
Me volvió a llamar a los 15, que el taxi seguía en la puerta. Y ahí le confesé la verdad.
“Ah, cierto. Ya estoy en el trabajo. Me olvidé de decirte. Así que cancelamelo”
¿Fue muy de garca?
Por Laura Brizuela
5 comentarios:
nooo estuvo muy bien!!! se lo tienen merecido!
jajajaja
com taxi em dia de chuva não se brinca!
muito bom, Lau!
Ah, bueno... Si uds lo dicen, me quedo tranqui. Eso sí, por miedo a represalias, voy a dejar de llamar a esa empresa por unos años.
Saludos y gracias por los comments!
JAJAJAJAJAJAjajajajaja
jjajajjjjj
APLAUDO.
Pues asi esta Bueno,
Se lo merecian :)
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