lunes, 10 de mayo de 2010
Respiro
Respiro. Una bocanada de aire pasa entre mis labios, juega a darme vida. Yo respiro. Siento un escalofrío, la piel da señales de convertirse pronto en una gallina. Sigo inhalando, pretendo que la muerte no se acerca. Las entrañas se estremecen y bailan un son cubano mientras yo desmayo mi dolor.
Intento. Quiero provocarme el vómito, pero mis dedos pequeños y regordetes no alcanzan las profundidades de mi garganta. La mano cae vencida. Estoy nublada, estoy oscura.
Sigo deglutiendo pepas. Así lograré fingir un pasado negro, un presente incierto, un futuro sin futuro. Pasan primero por la faringe, se abren espacio en el esófago y raspan mi interior. Un sorbo de agua viene después y pretende aliviar las quemaduras. No lo logra.
Mi cabeza parece inflada, los ojos torpes se pierden por el techo. Quiero que regresen, se niegan a hacerlo. Me voy a quedar virola. A quién le importa, los muertos no tienen ojos. Pero no quiero morir, pero quizás sí.
Hago un esfuerzo, me incorporo. El cuerpo me falla. Bajo de la cama y pierdo el equilibrio. Poco a poco las luces de mi entorno cambian de color, unas empiezan a disfrazarse de Amarilla, otras de Oscuro y unas cuantas de Morado. Sonrío. Me desvanezco, voy a parar justo contra la mesa que está junto a mi cama. La punta se incrusta en mi frente y obliga a mi sangre a recorrer un pedazo de mi habitación. El charco rojo moja todo mi rostro. No me quiero levantar. ¿Será que me ahogo en mi misma?
La nube es cada vez más espesa. Ya casi no logro ver nada. Aún respiro.
Por Manuela Carcelén Espinosa
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
No hay coincidencias. Aunque Irene ya no respira, Marcela y Manuela aún lo hacen.
"Juego a darme vida". Me encantó.
Pensemos que hoy podemos hacer proyectos y crear historias y emprender un futuro. Aún respiramos.
Publicar un comentario